Cuenta la leyenda, que el Sol, aburrido de estar siempre viendo el mundo desde arriba y atrapado en la monotonía sintió la irrefrenable necesidad de ser libre de la tarea que le ocupaba. Consciente de que no podía dejar al planeta sin vigilancia, habló con la Luna y le pidió que por un día ocupase su lugar en el firmamento.
La Luna, que era muy perezosa accedió a su petición de mala gana. Así, al día siguiente, cuando más brillaba el Sol, la luna se fue acercando poco a poco hasta ocupar totalmente su lugar.
El Sol, sintiéndose por fín libre, quiso bajar a la tierra que tanto admiraba. Para poder pasar desapercibido, eligió el mejor animal por su astucia, elegancia y sigilo, el gato.
Se convirtió así en una gata negra y recorrió la tierra como siempre había soñado. La Luna, que apenas aguantaba alumbrar el planeta, aburrida, decidió marcharse de su lugar. Tan pronto como se hizo la total oscuridad, el Sol corrió apresurado a ocupar de nuevo su lugar en el firmamento.
Su rápida huida provocó que sus rayos de luz quedaran atrapados en la gata negra, cubriéndola con un mano de tonos de color fuego, dorados y naranjas para siempre.
Además, se considera que las gatas Carey son portadoras de buena suerte y energía positiva a quién las cobija, atribuyéndoles propiedad mágicas en diversas culturas.